PANQUEQUES Y NAUSEAS

Hoy rumío mi pena por enesima vez en este atardecer triste y caluroso, rodeada de este olor a mantequilla y sirope que me llega desde la cocina, donde cubiertos por una servilleta de papel blanca y cuadrada con pequeñas flores repujadas imitando un tapete de crochet, reposan la media docena de panqueques dorados y humeantes que esperan ser devorados de un momento a otro, seran la sustitucion obligada al amor y a las caricias que mi amado me niega tan amenudo, tanto, que ya no recuerdo casi el roce de sus dedos largos y morenos, hace tanto que no me hace el amor son tantas las veces que casi le suplico un poco de ternura, un beso que yo no le robe, uno que salga de él, un beso que me devuelva la esperanza que me haga sentir otra vez viva y deseada.
Y son tantas sus estupidas respuestas, sus escusas inverosimiles que ni aunque yo fuera tonta pero tonta de verdad ni aun asi podria tragarmelas, pero el niega, argumenta, finge ignorancia.
Le da vergueza, se incomoda y al final se altera se pone al ataque y gira la conversacion o lo intenta de manera que al poco rato ya no es él el culpable, no él es solo una victima de mis celos de mi presion constante, de su libertad coartada, la sola mencion de su vicio lo pone en guardia, se agazapa como un animal acorralado y saca las uñas presto a defender lo indefendible.
Mientras yo espero en mi alcoba entre mis sabanas a veces llorando a veces con la garra de la ira apretandome el estomago, sexo vacio sin olor sin sentimiento, sin besos, vicio frío, como las losas de las tumbas que se ocultan bajo la sombra del ramaje de los cipreses.