Amaneció con las manos ensangrentadas, y
muy cansada sabiendo que de una vez por todas, el martirio había cesado. Esbozó
una sonrisa de alivio, pero se sacudió de frio al instante, recordó todo - su
marido, el gusto amargo de su aliento, el forcejeo, los golpes.
Sintió cierta morbosidad placentera al ver su propia
sangre mezclada con los restos del otro. ¡Era necesario!. Tengo un
hijo, un trabajo, una vida que proteger. ¡No
podía más! ya no podía más, un grito ahogado de desesperación, golpes, llanto...
Rápidamente tomo el cuchillo, el último regalo de su marido, y se lo clavo en lo más profundo del pecho, donde nace el amor y mueren los sueños...
despertó con las manos ensangrentadas ¿Pero en verdad estaba muerto? Que raro... sus ojos aún estaban abiertos.
Rápidamente tomo el cuchillo, el último regalo de su marido, y se lo clavo en lo más profundo del pecho, donde nace el amor y mueren los sueños...
despertó con las manos ensangrentadas ¿Pero en verdad estaba muerto? Que raro... sus ojos aún estaban abiertos.
Se dio media vuelta y siguió durmiendo ahora en
paz, ya sin miedo al maltratador.